
Amar no es sólo una manifestación espontánea del corazón sino que también es responsabilidad y compromiso con el otro. Éste sentimiento inigualable tiene la propiedad de levantar enormes muros y construir las mas bellas obras que un hombre sea capaz de hacer por amor, pero al mismo tiempo tiene otra propiedad contraria. Puede destruir y derrumbar facilmente todo aquello que ha sido creado con tanto esfuerzo. A medida que éste sentimiento crece, se va dibujando en nuestro largo viaje hacia la felicidad un camino imaginario por el cual debemos transitar. Nuestras huellas al caminar no son más que las marcas que dejamos en la vida de todos aquellos que tocamos ya sea directa o indirectamente. Éste camino central por el que todos pasamos, tiene variantes y atajos, tiene obstáculos y sensaciones que si bien están al costado y no participan, suelen ser parte de ese paisaje que rodea al camino. Nada de lo que será podrá ser igual a lo que fue algún día. Semejante afirmación es comprovable tan solo con el paso del tiempo. Por lo tanto, como nada es eterno, como todo tiene un final tarde o temprano. Todo proceso que termina tiene sus enseñanzas y sus aprendizajes, tiene sus aciertos y sus errores los cuales nos darán las herramientas futuras para no volver a caer en lo mismo. La mejor forma de aprender es a los golpes y aunque ésta seguramente es al mismo tiempo la mas dolorosa, debemos aceptar que es el precio a pagar. Todo proceso que comienza tiene su lado romántico, su lado bello y armonioso donde todo parece estar en perfecto equilibrio. Hagámonos la idea de que ese estado es utópico. Amar en definitiva es aprender a reconocer los límites internos de cada uno de nosotros; hasta donde somos capaces de llegar por el otro, hasta donde somos capaces de dar y arriesgar; hasta que punto sabemos antes de empezar que provablemente todo va a terminar y solo decidimos empezar porque estamos dispuesto a sufrir con tal de verle la cara a la felicidad aunque sea un instante. Enamorados hemos hecho locuras: perdonamos y permitimos más de la cuenta, exigimos más de lo que deberíamos y muchas veces damos demasiado poco pero nuestro egoísmo individualista no nos deja ver que en toda relación si ambos no se entregan por igual, la balanza de descompensa y el equilibrio se pierde, generando en ambos un rechazo hacia el otro. Muchas veces las cosas terminan mal y eso no nos deja ver todo lo bueno que hay alrededor de esa persona, de esa relación (entendiéndola como noviazgo). Nada se pierde, todo se transforma por lo tanto lo que viene no es ni mejor ni peor simplemente es diferente.
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